El 30 de diciembre de 2022 se conmemoró el centenario de la fundación de la Unión Soviética; un suceso histórico de repercusión universal para los trabajadores del mundo entero, que sin embargo pasó desapercibido, ante todo, para la joven generación obrera. Consciente de tal falencia, el Instituto Obrero Internacional (IOI) consideró necesario abrir un espacio para recapitular y debatir aspectos cardinales de la experiencia de organización y lucha que se atesoró en curso de la gestación y creación de la URSS y la consiguiente construcción en ella de la sociedad socialista; en el entendido que el conocimiento cabal de esa experiencia sigue siendo esencial para la actividad revolucionaria que adelanta hoy el movimiento obrero y sindical clasista.

La formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas constituyó un desarrollo esencial del viraje histórico-revolucionario que se produjo en la palestra mundial de la lucha de clases a partir del triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917. En particular, la URSS fue el resultado directo de unas condiciones excepcionales abonadas por la política soviética de paz, pan y libertad proclamada y desarrollada por el joven Poder proletario en Rusia y extendido a las otras repúblicas de la Gran Unión Estatal.

El Poder Soviético introdujo un nuevo sistema de relaciones sociales y laborales, basado en la colaboración y no en la explotación; en él, la seguridad social adquirió cobertura universal, los precios de los productos esenciales bajas paulatinamente, los gastos en vivienda y servicios públicos eran apenas perceptibles y los salarios elevaban su poder adquisitivo. De hecho, la existencia de la Unión Soviética y la edificación del socialismo tuvieron impacto más allá de las fronteras rusas. La naciente República de obreros y campesinos recibió el apoyo solidario de las fuerzas democráticas y revolucionarias de todos los países , lo que frustró los intentos de la reacción interna y externa de estrangularla. A su vez, el Poder Soviético -bajo la dirección del Partido Comunista Bolchevique- brindó amplia solidaridad a quienes la requerían, propició la política de paz entre los trabajadores e inculcó el espíritu de fraternidad y colaboración entre las naciones, bajo el principio de la autodeterminación.

La URSS se convirtió en la meca del socialismo mundial. Cientos de miles de trabajadores de distintas procedencias peregrinaron allí para constatar las prodigiosas transformaciones que se operaban en favor del bienestar del pueblo trabajador. La portentosa base técnica- científica creada por la clase obrera y el campesinado cooperativista dignificaron a la mujer trabajadora, los niños, ancianos y desvalidos; pero su espectro fue más amplio: aseguró el bienestar material y cultural del que nunca antes habían gozado las mayorías trabajadoras del país. La URSS ostentó merecidamente el título de pionera mundial en la erradicación del hambre, el desempleo, el analfabetismo y demás lacras heredadas del capitalismo.

Otra conquista trascendental fue el reconocimiento y goce de plenos derechos a las naciones secularmente oprimidas que se integraban a la Unión; éllas participaron en la edificación del socialismo y disfrutaron de sus colosales avances. La creación del Sóviet de las Nacionalidades llevó a las minorías nacionales a un sitial protagónico en la administración del Estado multinacional. Tal cúmulo de avances y conquistas fueron refrendados por la Constitución Política de 1935 -corolario de la democracia socialista.

La autoridad y prestigio de la URSS –a base de trabajo abnegado- le valió el honroso papel de bastión del movimiento obrero, comunista y sindical clasista internacional. Las proezas políticas y militares del Estado Soviético dejaron su heroica impronta durante la Gran Guerra Patria que además de la derrota del invasor fascista, contribuyó a la liberación de otros países ocupados por la bota nazi y salvó a la humanidad de la esclavitud hitleriana. Hoy 9 de Mayo, mediante la realización del presente Simposio, el instituto Obrero Internacional rinde tributo a esa victoria soviética sellada hace 79 años. Homenaje merecido al Ejército Rojo, al Estado Soviético, al Partido Comunista Bolchevique y al conjunto de pueblos y organizaciones que con valor y sacrificio forjaron esta gesta emancipadora.

No menos relieve reviste la hazaña del pueblo soviético al restañar en tan sólo tres años la colosal infraestructura del Gran País devastada por los invasores hitlerianos; y, a la par, el respaldo soviético a la pujante lucha de liberación nacional de los pueblos coloniales y dependientes del imperialismo. Guarda también gran significación la formación del Campo Internacional del Socialismo y la Democracia Popular, cuyo eje y motor central fue la URSS.

La titánica obra de los trabajadores soviéticos –con su vanguardia política bolchevique al frente- demostró la superioridad del joven sistema socialista en ascenso sobre el decrépito y moribundo sistema capitalista de explotación.

En relación al periodo de regresión que a partir de 1953 se registró en la dirección estatal y partidista del Gran País Soviético puede decirse que abrió las compuertas a la contrarrevolución silenciosa, propició el socavamiento paulatino del Poder Soviético y alentó la sucia campaña de difamación contra la Patria de Lenin y Stalin; sin embargo, debido a las profundas y sólidas raíces plantadas por el socialismo soviético, la contrarrevolución no pudo desmantelar las conquistas que por tres décadas más prosiguieron en la exploración del cosmos, la energía atómica, la educación, las artes, la cultura, el deporte, etc.

Pese a todo, el invaluable patrimonio soviético fue finalmente dilapidado por la burguesía cosmopolita que a través de sus agentes de la perestroika socialdemócrata desmembraron la URSS y proceden ahora a destruir todo vestigio de esa obra inmortal.

En fin, en curso del ejercicio de memoria histórica propiciado por el Instituto Obrero Internacional para este Simposio trataremos de sintetizar algunas experiencias cardinales de lucha y organización condensadas en la portentosa obra del Gran País de los Sóviets.

LECCIÓN 1

EL ESPÍRITU DEL INTERNACIONALISMO PROLETARIO SE FORJA EN EL CURSO DE LA LUCHA OBRERA UNITARIA Y SOLIDARIA

A inicios del siglo XX el imperio ruso, dominado por la dinastía monárquica de los zares, era considerado un infierno en vida para los campesinos, un cuartel industrial para los obreros y una cárcel de pueblos, principalmente de nacionalidades.

De acuerdo al censo de 1897 el 57% de la población total del país estaba habitado por cerca de 150 comunidades no rusas, entre naciones, nacionalidades y unas pocas tribus; todas a una sometidas al proceso de ‘rusificación’, bajo el yugo del régimen de servidumbre feudal (pese a que oficialmente peste había sido abolida en 1861), a la tiranía y arbitrariedad de militares y popes; además, obligadas a dar crecientes contribuciones en renta para la corona, en mano de obra para los grandes terratenientes y en reclutas que engrosaban el ejército real como carne de cañón en las constantes aventuras bélicas de los ‘nobles’. Algunos de los variados títulos nobiliarios del zar de Rusia dejaban entrever la extensión de los dominios territoriales del imperio del águila bicéfala, a saber: zar de Polonia, Kazan, Astracán y Siberia, gran príncipe de Finlandia, Smolensk, Lituania, etc.

Las formas despóticas de gobierno del régimen zarista en el marco de la rusificación no se diferenciaban de las empleadas por el resto de las monarquías y metrópolis colonialistas. Los pueblos ‘periféricos’ eran objeto de implacable explotación, opresión y despojados hasta de los más elementales de derechos y libertades; igualmente, eran azuzados entre sí para crear discordias y mantenerlos divididos. Para completar el cuadro, el zarismo cuidaba de mantener dichas regiones en el atraso económico-social, en el analfabetismo y en la miseria, condenándolas de hecho a la condición de colonias, proveedoras de las materias primas requeridas por las nacientes industrias ubicadas en ciudades rusas.

Con el vertiginoso desarrollo del capitalismo a inicios del siglo XX en Rusia el panorama comenzó a cambiar de diversa manera para las masas trabajadoras, tanto rusas como de las demás naciones y nacionalidades. El campesinado que en ese periodo era el 90% de la población comenzó a experimentar un proceso de desintegración social debido a la migración a las ciudades (sobre todo para vincularse a la industria urbana), al despojo de tierras campesinas y comunales por parte de los terratenientes y al empobrecimiento en masa a causa del agudo atraso de la agricultura, en otras palabras, declinaba rápidamente como clase. Por el contario, el proletariado aumentaba numéricamente, se organizaba gremialmente en demanda de mejoras laborales y se movilizaba de forma permanente por libertades políticas. Así lo atestigua el pujante y creciente movimiento huelguístico iniciado en 1896 y replegado a fines de 1905 a raíz de la derrota de la insurrección armadas

La afluencia de capitales extranjeros a Rusia, en forma de empréstitos e inversiones en sectores de petróleo, la minería, la industria y la propia agricultura ejerció también un efecto alentador en el despertar de sentimientos nacionales entre los pueblos de la ‘periferia’ rusa y el surgimiento de movimientos nacionales que reclamaban el fin del despotismo zarista y el reconocimiento de derechos. Tales movimientos nacionales eran alentados de una parte por la burguesía que los veía como su reserva política y les inculcaba el chovinismo; y, de otra parte, por el proletariado, que los vinculaba como aliados en la lucha sindical y política.

En cada actividad relevante, los bolcheviques inculcaban a los obreros de las diversas naciones y nacionalidades el espíritu de unidad, internacionalismo y fraternidad. Por ejemplo, les mostraban que las conquistas en el campo laboral beneficiaban a todos los trabajadores, sin discriminación por su origen nacional, tal el caso del primer convenio colectivo suscrito en el país como resultado de la huelga de los obreros petroleros que estalló en diciembre de 1904 en Bakú; indicaban que con mayor razón había que portar la bandera del internacionalismo proletario en procura de libertades democráticas.

En el escenario de la lucha de clases del histórico año revolucionario de 1905 confluyó un cúmulo de factores objetivos y subjetivos que ayudaron al despertar económico, político y cultural de las minorías nacionales. Entre tales factores estaban: el rápido desarrollo del capitalismo en Rusia, la guerra ruso-japonesa, la inédita ola huelguística (donde destacan las huelgas de solidaridad y las huelgas generales políticas en todo el país); por supuesto, también la insurrección armada de obreros y soldados, y, derrotada ésta las sesiones de un remedo de Duma Constitucional convocada por el zarismo para conjurar nuevos alzamientos. Esos factores dieron lugar en las regiones periféricas al surgimiento de dos tendencias contrapuestas: de un lado, al nacionalismo burgués, insuflado por capitalistas y terratenientes locales; y, de otro lado, al espíritu internacionalista proletario y l de fraternidad de los pueblos, impulsado por la fracción bolchevique del POSDR.

La burguesía de las naciones oprimidas de Rusia abogaba -ante todo- por la formación de Estados nacionales independientes, lo que en el Estado multinacional de los zares se traducía en alentar el separatismo de Rusia. Por su parte, los leninistas no sólo reconocían el derecho de las naciones a crear su propio Estado nacional, sino, adicionalmente, su derecho a integrarse libre y voluntariamente a una estructura estatal binacional o multinacional, basada en la igualdad de derechos y en el beneficio mutuo. La piedra angular de la política internacionalista del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia –revelada y detallada por Lenin en 1914- era el reconocimiento y la aplicación del principio de autodeterminación nacional.

En ese mismo año sobrevino un acontecimiento inesperado que habría de cambiar el rumbo para los pueblos de Rusia y del grueso de los países del mundo: el estallido de la primera guerra mundial imperialista. Un suceso trágico e inesperado que fracturó al movimiento obrero mundial en dos campos opuestos.

En una orilla, el campo de los traidores a la causa obrera, capitaneados por los líderes socialdemócratas de derecha y centristas de la II Internacional, quienes –escupiendo el programa internacionalista que habían jurado defender- se sumaron al bando de sus respectivas burguesías ‘nacionales’ apenas sonaron los tambores de la guerra, alentaron a los obreros de sus países para que pactaran una tregua en la lucha de clases con ‘sus’ capitalistas (la llamada ‘paz social’) y a que se matasen en los campos de batalla con los trabajadores de otras naciones para que pudiese crecer la bolsa de ganancias del capital.

En la orilla opuesta, , estuvo al frente y casi solo el Partido Comunista Bolchevique de Rusia: luchando contra la corriente general de chovinismo nacional, develando el carácter imperialista de esa guerra reaccionaria, denunciando la traición criminal del liderazgo de la II Internacional y -en firme ejercicio del internacionalismo proletario- animando a los obreros y campesinos a que transformasen la guerra imperialista de rapiña en guerra civil revolucionaria; es decir, a que derrocaran a las burguesías de sus países e instauraran la dictadura revolucionaria del proletariado, a que implantaran el poder estatal de los obreros y los campesinos. No cabía ni podía caber línea intermedia entre el pacifismo burgués de la socialdemocracia y la lucha de masas por el derrocamiento del poder burgués y su sustitución revolucionaria por la dictadura del proletariado.

LECCIÓN 2

SALVO EL PODER, TODO ES ILUSIÓN – Ni parlamentarismo, ni cogobierno. Revolución y Poder Proletario

Cierto es que la consigna general de transformar la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria fue elaborada y agitada por los bolcheviques desde el estallido de la primera carnicería mundial desatada -ante todo- en provecho de los monopolios capitalistas; mas debe olvidarse que la consigna del derrocamiento de la burguesía europea y del régimen zarista eran ya un objetivo de vieja data consagrado en sendos programas de partidos socialistas y socialdemócratas revolucionarios de diversos países,. Pero, ¿a quiénes correspondía llevar esas banderas hasta el fin, si la socialdemocracia las arrió y se unió a la defensa de la ‘patria’ de sus burguesías?

Para resolver dicho interrogante cabe recordar que la formación de los partidos políticos revolucionarios en Rusia y su relación con los sindicatos difiere radicalmente -tanto por su forma como por su contenido- del proceso operado en Europa occidental. En esta última, los partidos socialistas y socialdemócratas se formaron en ligazón y dependencia de los sindicatos trade-unionistas y conciliadores con la patronal, lo cual dejó marcado en dichos partidos una impronta reformista, unas prácticas colaboracionistas con el capital y una inclinación desmedida hacia el parlamentarismo burgués En Rusia por el temprana conformación de agrupaciones políticas marxistas revolucionarias permitió que las mismas tuvieran una influencia decisiva sobre los sindicatos y, gracias a su elaborció0n teórica y a su militancia incesante, en relación permanente con el movimiento gremial de los trabajadores, lograron imprimirle a éste un sello revolucionario, llevarlo por la senda de la lucha de clases, inculcarle el espíritu de la solidaridad y el internacionalismo proletario y colocarle como meta el derrocamiento del zarismo, la instauración de la dictadura del proletariado y la edificación socialista

Entre las múltiples corrientes y agrupaciones políticas revolucionarias de Rusia que surgieron a fines del siglo XIX, cuando irrumpía vertiginoso el desarrollo del capitalismo industrial y nacía a la lucha de clases un pujante y crecimiento movimiento obrero de masas, sobresalió un destacamento de marxistas revolucionarios dirigidos por Lenin, que en 1898 se sumaría a la temprana formación del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), que ejerció el papel determinante en el necesario deslinde, hasta que obligado por las exigencias de la lucha de clases se constituyó en 1912 en el partido político independiente y revolucionario de la clase obrera, en el Partido Comunista (bolchevique) de Rusia y posteriormente de la URSS.

Como corriente revolucionaria y luego como fracción mayoritaria del POSDR, pero sobre todo por la claridad de su línea, la perspicacia de sus dirigentes y la estrecha ligazón con las masas obreras, correspondió al leninismo liderar y saldar el deslinde ideológico, político, programático y organizativo con las vertientes populistas, anarquistas, economicistas y mencheviques que con sus prácticas oportunistas y sus tesis antimarxstas -sobre la vanguardia campesina, el terror individual, la renuncia del proletariado a la lucha política o a la dirección del proceso revolucionario en marcha- trataban de apartar o desviar al proletariado del camino revolucionario y dejarle como apéndice de la burguesía.

Aún más, pertrechados con la teoría científico del socialismo científico y a parir del estudio riguroso de la formación socio-económica y política del régimen zarista y del desarrollo del capitalismo en Rusia los bolcheviques -con Lenin a la cabeza- elaboraron y defendieron el programa mínimo y máximo de la revolución rusa, establecieron la política de alianza con el campesinado pobre y fijaron la dirección estrategia principal para cada fase de la revolución; analizaron y descubrieron las ms diversas formas de lucha y organización en el curso de los combates revolucionarios del proletariado y el campesinado contra las fuerzas de la reacción. Especialmente rica y variada fue la experiencia a lo largo del año 1905 del pujante e inédito movimiento huelguístico obrero de masas (huelgas económicas, huelgas de solidaridad y huelgas generales políticas) que dieron lugar a la aparición de los Sóviets: la forma organizativa asamblearia -por entonces embrionaria- descubierta por las propias masas trabajadoras más eficaz para la insurrección armada y el ejercicio del poder político estatal obrero-campesino.

Cierto es que la derrota de la insurrección armada de 1905 condujo a la disolución temporal de los Sóviets y al repliegue forzado del movimiento revolucionario. En esas condiciones, por vez primera los bolcheviques decidieron participar en la caricaturesca Duma Constitucional, pero que quede que no para incorporarse a los debates y acciones legislativas con los representantes de la burguesía, sino para utilizarla como tribuna de denuncia política, campo de deslinde público frente a las posturas oportunistas de la burguesía, espacio de encuentro con el campesinado y de acercamiento con las minorías nacionales para apartarlas del chovinismo nacional. En síntesis, participaron allí para sustraer a las masas obreras y campesinas del influjo pernicioso del parlamentarismo y de toda ilusión de cogobierno con la burguesía; para demostrar de ahí en adelante en todos los espacios de lucha de masas que salvo el Poder para el proletariado y el campesinado todo es ilusión.

Faltaría apenas observar que estas formas genuinas de organización y lucha de masas descubiertas en los combates de clase de 1905, los Sóviets de diputados Obreros, Campesinos y Soldados, nuevamente bajo la dirección del Partico Comunista bolchevique, cumplirían el papel central en el derrocamiento del régimen zarista e instauración del gobierno provisional democrático-burgués en febrero de 1917 y, con mayor peso y extensión en el derrocamiento del gobierno burgués y la instauración de la dictadura revolucionaria del proletariado en Octubre del mismo año, en la vía de la edificación del socialismo.

LECCIÓN 3

LA EMANCIPACIÓN DE LOS TRABAJADORES, ES OBRA DE LOS TRABAJADORES MISMOS – De la solidaridad internacionalista a la Unión Internacionalista

El 25 de Octubre de 1917 el proletariado derrocó al gobierno provisional de la burguesía rusa; ocho meses después de haber depuesto al zar. Bajo la directiva leninista: todo el poder a los Soviets, ese mismo día se instauró el poder revolucionario del proletariado, lo que al mismo tiempo significó el inicio del desmantelamiento de las estructuras del caduco y opresivo poder político de las clases explotadoras.

El 26 de octubre ya se habían establecido las estructuras del nuevo poder estatal, basadas en el sistema de Soviets de las regiones centrales y periféricas; organismos con los cuales trabajaron coordinadamente las organizaciones de masas de los trabajadores como los sindicatos y los comités de fábrica. El Partido Comunista bolchevique mantuvo su papel de fuerza dirigente de la clase obrera ahora en el ejercicio del poder político, junto a su aliado natural el campesinado pobre.

El órgano supremo del nuevo poder estatal era el Congreso de los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos; entre Congresos, asumían sus funciones legislativas de manera coordinada el Comité Ejecutivo Central y el Comisariado del Pueblo. Este último órgano del aparato de poder resultó muy dinámico y efectivo a la hora de superar los dos retos principales que enfrentaba por entonces la dictadura del proletariado: salir de la guerra y resolver el problema del hambre que agobiaba al conjunto de la población. El Comisariado del Pueblo no sólo mantenía vinculación directa con las masas obreras y campesinas mediante sus frentes de actividad (Asuntos Militares, Alimentación, Trabajo, Mujer, Nacionalidades, etc.), además, podía impartir órdenes y directivas en el terreno. Sobre esa base se colocó al frente del ejército soviético para combatir a la contrarrevolución armada y, al mismo tiempo, contribuyó a negociar acuerdos de paz con los países contendientes de Rusia creando el clima propicio para la recuperación económica del país.

Para liberar al pueblo trabajador del yugo de la explotación capitalista y latifundista e impulsar las transformaciones que requería el país, el Tercer Congreso de los Sóviets promulgó en febrero de 1918 la Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, donde se decreta la nacionalización de los bancos y la confiscación de las grandes empresas, los medios masivos de comunicación y transporte, la infraestructura y los recursos naturales. Las grandes extensiones de tierra confiscadas se distribuyeron entre el campesinado para su laboreo y el Estado. Así mismo se establece la obligatoriedad del trabajo para todos los habitantes, de paso para acabar con el parasitismo. También se instaura la jornada general de trabajo de 8 horas de labor al día, s e da lugar a un amplio sistema de seguridad social (vivienda, salud, pensiones, educación, recreación y cultura), se reconoce la igualdad jurídica de las mujeres y se brindan garantías para su real ejercicio y se instituye la libre unión de las naciones, formando la Federación de las Repúblicas nacionales de Soviets. Ello, entre muchas otras normas e instituciones del nuevo poder estatal de la dictadura del proletariado.

De otra parte debe tenerse en cuenta que la restauración de la actividad económica –una de las prioridades del gobierno revolucionario- fue obstaculizada por las acciones armadas de las bandas contrarrevolucionarias y la intervención armada extranjera, que de manera combinada procuraban estrangular al naciente Estado proletario. Este se vio entonces obligado a destinar para la defensa de la revolución y del país gran parte de los escasos recursos de que disponía, con lo cual se retrasó el proceso de transformación social.

El imperialismo y sus secuaces establecieron un criminal bloqueo económico-financiero y técnico-científico al país soviético desde el momento mismo del alumbramiento; adicionalmente levantaron un cerco diplomático para aislar política, cultural y económicamente al país de la dictadura   proletaria.   Aún   más,   las   potencias capitalistas triunfantes en la primera guerra imperialista mundial, no quedaron satisfechas con reparto territorial y las ‘reparaciones de guerra’ impuestas en el leonino Tratado de Versalles y la Conferencia de San Remo: además, ansiaban destruir el poder soviético, apoderarse del inconmensurable patrimonio del gran país, reimplantar el régimen de explotación y restaurar su dominación colonial.

Afortunadamente, la amplia solidaridad internacional de los trabajadores del mundo con el naciente Poder Soviético resultó ser un factor esencial en la brega de contrarrestar esa cruenta ofensiva de la reacción mundial. Un elevado e incesante torrente de dirigentes y afiliados de base de partidos y organizaciones gremiales obreras y campesinas, científicos sociales e intelectuales revolucionarios, de todos los confines del planeta peregrinaron a la insurgente meca del socialismo proletario para constatar el proceso de transformaciones y aportar su grano solidario a la defensa de la naciente patria socialista. Acción solidaria recíproca que aviva la lucha revolucionaria del proletariado y de los movimientos de liberación nacional en la época de las revoluciones proletarias.

Fruto de la excepcional acción solidaria se fundó en 1919 en Moscú la Internacional Comunista (III Internacional), centro de formación y coordinación de los partidos y movimientos comunistas de la clase obrera; de manera complementaria en 1921 se constituyó la Internacional Sindical Roja (ISR) como parte también del proceso de reagrupamiento iniciado por Lenin en 1915, a los que se sumarían organizaciones internacionales que aglutinaron a sectores revolucionarios de la Juventud y la Mujer.

La concreción de pactos de paz con potencias extranjeras y el aplastamiento militar de la contrarrevolución interna, permiten el tránsito del comunismo de guerra a la Nueva Política Económica y sirven de premisa a la tarea de la reanimación de la economía nacional. Sumado a ello, la creación del Ejército Rojo y la formación de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR) -ratificada por la constitución de 1922- despejaron el camino al advenimiento de la URSS el 30 de diciembre de 1922: Unión estatal multinacional y fraternal que tuvo como fundadoras, además de la RSFSR, a la República Socialista Soviética de Ucrania, la República Socialista Soviética de Bielorrusia y la República Socialista Federativa Soviética de Transcaucasia (Georgia, Armenia y Azerbaiyán).En el corto plazo se sumaron 4 repúblicas asiáticas y para 1945 se contaba con 15 Repúblicas en la Gran Unión Estatal Soviética.

La Declaración oficial de la formación de la URSS e n su parte motiva deja claramente definido la naturaleza opuesta del sistema de relaciones entre las naciones bajo el capitalismo y en la sociedad socialista. A la letra se expresa en la Declaración:

Allí, en el campo del capitalismo, impera la enemistad y la desigualdad entre las naciones, la esclavitud colonial y el chovinismo, la opresión nacional y los pogromos, las ferocidades imperialistas y las guerras. “Allí, en el campo del capitalismo, impera la enemistad y la desigualdad entre las naciones, la esclavitud colonial y el chovinismo, la opresión nacional y los pogromos, las ferocidades imperialistas y las guerras.

Aquí, en el campo del socialismo, tenemos la confianza recíproca y la paz, la libertad y la igualdad de las naciones, la convivencia pacífica y la colaboración fraternal de los pueblos”.

Lección 4

NO EXISTE FORTALEZA QUE LA CLASE OBRERA NO PUEDA TOMAR – La fuerza creadora de los trabajadores y su Partido: logros y proezas del socialismo

Los arquitectos de la edificación socialista en la URSS –V.I. Lenin y J.V. Stalin- tenían claro que para emprender y coronar exitosamente esa titánica obra del desarrollo económico- social del país de los Soviets era imprescindible la confluencia de cuatro factores decisivos, a saber: 1) Conocer cabalmente las leyes objetivas que rigen el desarrollo del modo de producción socialista, 2) disponer de abundantes recursos naturales y energéticos, 3) contar personal con suficiente formación técnica y científica que fuese capaz de poner en funcionamiento y controlar todas las palancas y potencialidades de la producción industrial a gran escala y 4) situar al frente del proyecto cuadros con capacidad organizativa y de liderazgo capaces de orientar todo el proceso, al punto de despertar y desplegar con toda fuerzas la energía creadora de las masas trabajadoras.

En el primer nivel destacan Lenin y Stalin, quienes descubrieron y formularon, entre otras, la ley del desarrollo económico y proporcional de la economía en el modo de producción socialista, lo que permitió al mando soviético encontrar en la planificación centralizada el eslabón central de la cadena para emprender la edificación de la nueva sociedad. De allí emergió la directiva leninista de construir un complejo y avanzado sistema de hidroeléctricas –170 grandes generadoras en menos de 10 años –el cual serviría de fuerza motriz para apalancar una industria pesada moderna y a gran escala.

En lo relativo a los recursos naturales que se precisaban, el país los poseía en abundante cantidad y gran diversidad (minerales, energéticos, faunísticos, forestales, marinos, etc.); pero se requerían importantes inversiones y suficientes conocimientos técnicos y científicos para asegurar su explotación racional con destino a las necesidades de industrialización y de la colectivización de la agricultura, el otro pilar de la transformación revolucionaria de la estructura económico-social del gran país de los Sóviets.

El principal cuello de botella estaba en la carencia de personal técnico, científico y de especialistas en la industria pesada moderna. Apenas se tenían pocas décadas de experiencia acumulada en siderurgia y metalurgia básica; y en menor proporción la explotación de energéticos. A mediados de los años 20 era inexistente la producción a escala de herramientas, maquinaria y equipo industrial. El boicot industrial de la reacción capitalista era otro factor adverso para los planes de industrialización soviéticos –

El exitoso plan de electrificación sirvió de laboratorio para la creación y el accionar de la Comisión de Planificación de la Economía Nacional (GOSPLAN), encargada de diseñar, controlar y poner en marcha primero los planes anuales de desarrollo y luego los famosos y muy efectivos planes quinquenales; gracias a los cuales se forjaron los prodigiosos avances económicos, sociales, políticos, laborales, científicos, técnicos, culturales, artísticos y morales que elevaron el nivel de vida material y espiritual de los trabajadores soviéticos, convirtieron a la URSS en una potencia industrial y agropecuaria de primer nivel y aumentaron su prestigio y autoridad en el plano nacional e internacional. Para tener una idea de los asombrosos resultados basta indicar que en el primer plan quinquenal (1927- 1932) fueron construidas 4.500 empresas industriales gigantes, de las cuales 1.500 eran complejos en que destacaban las fábricas de tractores y automóviles.

Sería precisamente en el curso el creciente e ininterrumpido proceso de industrialización y culturalización en la URSS donde apareció en escena –y no podía ser de otra manera- un factor socio-laboral que revolucionaría de los cimientos a la cabeza el sistema productivo de la sociedad soviética: la EMULACIÓN SOCIALISTA. Se trató de un movimiento creativo y revolucionario forjado por las propias masas trabajadoras al interior de los centros de producción y dirigido a elevar continuamente la productividad del trabajo. En curso de este entusiasta y masivo movimiento de EMULACIÓN SOCIALISTA –basado no en la competencia, sino en la iniciativa creadora y el ejemplo arrollador del trabajo, especialmente colectivo- las fábricas,   los   koljoses,   los   sovjoses,   los    sindicatos    y,    en    general,    toda organización laboral, empresarial y social soviética procede a innovar métodos de trabajo, perfeccionar los medios de producción, introducir nuevas materias primas y, en fin, a revolucionarlo todo para lograr el cumplimiento de las metas trazados en los planes quinquenales, incluso antes de las fechas fijadas. Ningún colectivo queda al margen del arrollador y entusiasta movimiento emulador.

Este gran remesón que no es otra cosa distinta a la potenciación de la fuerza productiva social que el capitalista se apropiaba sin remunerarla, remueve de pies a cabeza a la sociedad soviética provocando la elevación de su nivel de vida, aumentando el poder adquisitivo de los salarios, reduciendo los precios de las mercancías y la jornada laboral. Por extensión se abre paso a una verdadera revolución científica, artística y cultural. La creatividad de las masas se replica en el sistema educativo, en las academias de investigación, en los centros deportivos, en las organizaciones de mujeres, de jóvenes y pioneros; y, con gran fuerza y colorido en las múltiples expresiones del realismo socialista. Bajo estas nuevas circunstancias el hambre, el desempleo, el analfabetismo y demás lacras heredadas del capitalismo pasaron a ser malos recuerdos del pasado.

En contraste a esta arrolladora ola de progreso socialista, con cada conquista y avance se refuerza el predominio de la propiedad estatal socialista, se reduce la esfera de acción de las relaciones mercantiles y, por tanto, se asesta un golpe letal a las viejas estructuras y relaciones de explotación, al tiempo que se asegura la completa liquidación de las clases explotadoras.

La portentosa obra del país de los sóviets colocó a la faz de la tierra la superioridad histórica del sistema socialista sobre el sistema capitalista: La Constitución estalinista promulgada en 1935 refrendó estas épicas conquistas y un año más tarde el poder soviético dio por terminada la construcción de la sociedad socialista y al siguiente año se anunció el inicio de la edificación del comunismo en la URSS. Este anuncio fue la copa que más llenó de ira a las fuerzas reaccionarias capitaneadas por el imperialismo angloamericano; a partir de ese momento, optaron por la vía de la invasión militar a la URSS sacando de la manga la carta de la bárbara agresión fascismo contra el baluarte de la revolución proletaria mundial: la Unión Soviética-

LECCIÓN 5

LA DEFENSA DE LA PATRIA SOCIALISTA ES EL DEBER MÁS SAGRADO – Todo para el frente, todo para la victoria

El 22 de junio de 1941 en forma aleve y arrogante las hordas hitlerianas invadieron el territorio de la URSS. A través de una monstruosa maquinaria bélica y de una desaforada soldadesca, el mando nazi-fascista se había propuesto derrocar el poder soviético en cosa de dos o tres meses, apropiarse del gran patrimonio del vasto país e instaurar un campo de concentración donde esclavizaría y explotaría a 120 millones de trabajadores: aún más, según sus cálculos febriles esta conquista de los “pueblos bárbaros” sería el punto de partida para la implantación del imperio de los mil años, regentado por la burguesía germano- fascista.

Por supuesto, no eran nuevos ni improvisados los preparativos imperialistas para asaltar y aplastar el Poder Soviético y destruir a la URSS. Ante el fracaso de la intervención armada extranjera, el cerco económico-financiero y diplomático o el boicot industrial y cultural contra la Unión Soviética, las potencias capitalistas y colonialistas adoptan una nueva forma de gobierno al servicio de la oligarquía financiera: el fascismo. A partir de 1923 los regímenes fascistas actúan como punta de lanza del capital monopolista para aplas tar la ola de revoluciones proletarias y las luchas de liberación de los pueblos oprimidos. Pero, ante todo, las fuerzas de la reacción mundial buscaba la manera de demoler el baluarte del socialismo: foco y el faro del movimiento obrero y comunista, así como del movimiento revolucionario de liberación nacional y anticolonial.

El anuncio soviético de 1936 sobre el inicio de la edificación de la sociedad comunista en la URSS generó tal alarma y preocupación entre los monopolios capitalistas que el suceso fue capitalizado por la oligarquía anglo-francesa para crear una nueva entente, esta vez antisoviética. Para el efecto, esta fracción imperialista suscribió el Pacto de Münich con la Alemania nazi en 1938, insufló un mayor anticomunismo y antisovietismo en el mando hitleriano, le entregó información vital sobre la URSS y ayudo a equipar a la bestia nazi para que perpetrase un ataque “relámpago” y a gran escala. Tratativas similares promovió el imperialismo yanqui con miras a e liquidar con manos ajenas la URSS Hoy se conoce el ‘aporte’ de General Motos al rearme nazi.

Contrario a las versiones del imperialismo y el revisionismo, la dirección del PCb y del Sóviet Supremo de la URSS tomaron en serio los descarados preparativos de la agresión armada; pero, desecharon la idea de que la URSS atacara primero a la Alemania de Hitler, en el entendido que era una provocación dirigida a hacer aparecer a la URSS como país agresor, lo cual activaría el pacto antisoviético de Múnich. Para ganar tiempo y poder preparar una defensa adecuada, en 1939el mando soviético promovió y suscribió un pacto de no agresión con la Alemania nazi, aun sabiendo que los apetitos coloniales de los hitlerianos romperían el acuerdo.

El hecho de que el hitlerismo formara una coalición agresora fascista con los gobiernos de Italia, España, Turquía, Hungría y Bulgaria, entre otros y que luego hubiese ocupado militarmente algunos países de Europa occidental, frustraron los cálculos del capital monopolista anglo-franco-estadounidense y obligaron a este trio a formar un frente de guerrea antifascista con la URSS. Tal la razón que se hable del doble carácter de la segunda guerra mundial.

El desenvolvimiento de las operaciones militares son más ampliamente conocidas y pueden resumirse así: la soldadesca nazi con su aplastante equipamiento militar y divisiones armadas con entrenamiento en las guerras previas de ocupación procedieron a arrasar, devastar, asesinar y esclavizar con la idea de que en dos o tres meses de iniciada la invasión tendría el control de la parte europea de la Unión Soviética. Los vertiginosos avances de los invasores en los primeros meses de la contienda bélica les hacía creer en tal fantasía; pero, el triunfo de la guerra “relámpago” tan cacareada por Hitler y sus secuaces no vio llegar la luz, gracias a la estrategia del Comité Militar de Defensa de la Unión Soviética, a la movilización general de los pueblos de la URSS (incluidos sus ejércitos de voluntarios), a la heroica resistencia de los partisanos, a las proezas del Ejército, la Armada y la Aviación Soviética, a la labor de los organismo de espionaje y contraespionaje, así mismo debido al denodado esfuerzo que en la retaguardia desplegaron de mujeres, ancianos, adultos y niños de todas la nacionalidades. el campo y la ciudad –a través de sus organizaciones políticas, sociales y gremiales- en los diversos frentes de la actividad: ideológico, político, laboral, científico, cultural…

Son gloriosas e infinitas las páginas de lucha y sacrificio que escribieron los pueblos de la URSS, junto a otros destacamentos de trabajadores pueblos del mundo, para derrotar a la bestia nazi. Entre ellas, han dejado su huella indeleble: la heroica resistencia y ruptura del criminal cerco de Leningrado, la batalla de Moscú y la de Kursk: pero entre todas ellas aún ilumina la BATALLA DE STALINGRADO, gesta victoriosa y sin igual del ejército y los pueblos de soviéticos terminada el 2 de febrero de 1943 y la cual marcó el viraje definitivo de la guerra para el triunfo de la Gran Guerra Patria de la Unión Soviética. La acertada directiva del monolítico mando comunista de la URSS, Todo para el Frente, Todo para la Victoria, había dado sus frutos, había mostrado su acierto.

No menos memorable y sacrificado fue la actuación del Ejército Rojo como ejército liberador de los pueblos y países de la Europa Oriental; ni nada más meritorio que el honor de haber sido la fuerza determinante para lograr la capitulación del ejército hitleriano fascista el 9 de mayo de 1945, pocos días después de haber ondeado la bandera roja de la hoz y el martillo en el Reichstag en la ciudad de Berlín. A la URSS también le correspondió en justicia el honor de haber vencido al militarismo japonés.

Por supuesto, la autoridad y el prestigio de la URSS, trascendió mucho más allá de sus fronteras. Al finalizar la segunda guerra mundial se formó el Campo internacional del Socialismo y la Democracia Popular al que se sumaron Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Bulgaria, Albania y otros países europeos. Los resultados de la gran guerra quebrantaron aún más el sistema colonial del imperialismo; la revolución China y el despertar a la lucha del movimiento árabe, asiático y africano de liberación nacional eran prueba fehaciente de ello.

Los obreros, campesinos y la intelectualidad soviética no sólo habían forjado una Gran Patria Socialista, sino que además la habían honrado, defendido y al finalizar las hostilidades bélicas debían proceder a su reconstrucción.

LECCIÓN 6

A LOS LOBOS NO SE LES PREDICA MORAL, SE LES COMBATE – La reconstrucción económica y la lucha contra el cosmopolitismo burgués

El resultado más importante de la segunda guerra mundial fue la formación del Campo Internacional del Socialismo y la Democracia Popular, a partir de la vinculación de la mayoría de países de Europa Oriental al sistema de relaciones liderado por la URSS; proceso de unidad internacionalista al que se agregó la desintegración del sistema colonial del imperialismo, rematada en 1949 con la Revolución China y la liberación del territorio norte de Corea de la ocupación extranjera. En esa nueva correlación de fuerzas surgió la Federación Sindical Mundial como única agremiación revolucionaria de la clase obrera.

En ese contexto y para impedir que las fuerzas de la revolución proletaria implantaran el poder comunista en los países de Europa Occidental, el imperialismo yanqui impuso a dicha región un yugo colonial, llamado el Plan Marshall para la reconstrucción. El gobierno de Estados Unidos también intentó doblegar a la URSS con un plan de “financiamiento”.

La reconstrucción económica y social del país soviético resultó ser una ‘empresa’ titánica; no sólo por el nivel de devastación causado por la jauría hitleriana, sino, a la par, debido al elevado saldo en vidas de los defensores de la Patria, que según cifras oficiales de aquel momento llegaban a 13 millones de soviéticos. Muchas ciudades y áreas rurales debieron ser reconstruidas, ante todo en materia de vivienda, vías de comunicación, centros de acopio, infraestructura de producción, transporte y producción, etc.

En apenas tres años se restañaron las grandes heridas materiales de la guerra. Tal prodigio se alcanzó ante todo por la dedicación y disciplina del pueblo trabajador; pero también contribuyó la previsiva estrategia soviética de trasladar los complejos industriales al Oriente al iniciar la invasión fascista t su restitución posterior para reanudar la producción de bienes de consumo popular y la prestación de servicios básicos para la población. Además hubo una rápida reanimación en la esfera científica, traducida por ejemplo en la obtención y multiplicación de cosechas de cereales y en miles de descubrimientos e innovaciones realizadas en aquel periodo.

De gran relieve fueron los avances en el campo de la defensa militar que al tiempo de neutralizar el chantaje atómico yanqui, colocaron a la URSS a la cabeza de la exploración espacial. Las Academias de Ciencia del país se potenciaron en infraestructura, personal, presupuesto y efectividad investigativa. En 1948 se dio un notorio mejoramiento del nivel de vida del conjunto de la población en campos, ciudades y regiones hasta hace poco periféricas. La emulación, la cooperación y la complementación económica ampliaron sus fronteras fijando las relaciones de los países del Campo Mundial del Socialismo.

Paradójicamente, la dirección comunista soviética detectó reiteradas expresiones burguesas reaccionarias en la labor de instituciones culturales (teatro, pintura, escultura, danza, etc.), así como en algunos campos de las ciencias sociales (filosofía y psicología), a más de fuga al exterior de información sobre adelantos en ciencias físicas y orgánicas. Se creó una Comisión especial de seguimiento bajo la dirección de Zdhanov, la cual determinó que esas áreas y disciplinas estaban siendo permeadas por el formalismo y el cosmopolitismo burgués, que anulaban los valores humanísticos y patrióticos de la sociedad soviética y los suplantaban con el mercantilismo, el individualismo y el globalismo capitalistas

Se emprendió una revolución cultural para restituir la ciencia proletaria y el realismo socialista en el sitial de la historia. La batalla inició en la esfera ideológica y cultural, mas no tardó en trasladarse a la arena de la economía y de las relaciones internacionales. Se impugnó la doble nacionalidad   ya   que   por   ese   conducto   de   la   “ciudadanía mundial” saqueaban patrimonio de la URSS y socavaban su soberanía jurídica, política y territorial.

En octubre de 1952 la Oficina de Información de los Partidos Comunistas –Comintern- puso al descubierto el accionar contrarrevolucionario centro de complot sionista en los países socialistas; en consecuencia, declaró al sionismo como el enemigo número uno de la Unión Soviética, del movimiento obrero y comunista, y de los pueblos del mundo. En noviembre de ese año sesionó el XIX Congreso del Partido Comunista bolchevique y dos días después, en sesiones del Plenum, Stalin impugnó a varios de los asistentes de servir a agencias sionistas en contra de los intereses del Estado Soviético. Pero lo que sacó a flote la contrarrevolución en marcha fue la denuncia publicada por la agencia TASS el 13 de enero de 1953 sobre el complot de los asesinos de “bata blanca”: el develamiento de una banda de médicos judíos al servicio del sionismo mundial que habían sido detenidos y confesaron haber dado tratamiento letal contraindicado a varios dirigentes del Partido, el Estado y el Ejército de la URSS, entre ellos Andrei Zdhanov y Scherbacov.

La campaña que se dio en llamar lucha contra la plaga sionista se    agudizó a inicios de febrero de 1953 cuando terroristas colocaron una bomba en la sede diplomática de la URSS en la entidad colonial sionista (“Israel”), provocando la ruptura de relaciones. El último extranjero que vivo y sano a Stalin fue el embajador de India, cinco días antes que lo enclaustrasen, lo torturasen y lo asesinara quirúrgicamente un grupo de “médicos” del Kremlin en coordinación con algunos líderes del PCUS denunciados en el referido Plenum. Luego, cientos de dirigentes leninistas fueron desaparecidos, detenidos y/o asesinados, entre ellos: Clement Gotwald, presidente de la República de Checoslovaquia y Lavrenti Beria, Jefe de la Seguridad del Estado Soviético y el responsable del programa atómico de la URSS. Y los asesinos de bata blanca fueron rehabilitados….

El posterior termidor contrarrevolucionario es más conocido. Jruschev se apoderó del aparato de Estado y de Partido; desde allí destiló su odio contra la URSS leninista, cambió el programa, debilitó las estructuras colectivas en la agricultura, priorizó la coexistencia pacífica con el imperialismo y propaló todo tipo de calumnias contra el Padre de los Pueblos soviéticos y sus seguidores. La Constitución de 1977 desvertebró la planificación en las empresas estatales concediéndoles autonomía administrativa, financiera y presupuestal replicando el modelo capitalista. Pero eran aún tan profundas las raíces y tan fuerte el tronco del Poder Soviético que +este logró llegar hasta 1987, con nuevos logros y enormes alcances, hasta que en dicho año el trío socialdemócrata Yalolev-Schevarnadze-Gorbachov (entregados de cuerpo y alma a los planes cosmopolitas de la moderna burguesía sionista) pusieron en marcha la maquinaria contrarrevolucionaria perestroika que pocos años después llevó a la desintegración forzada de la grandiosa Unión Soviética y el desmantelamiento del sistema socialista soviético.

Actualmente, los “descomunizadores” y nuevos “desnazificadores” como se hacen llamar Putin-Mevdeved, junto con el ahora billonario sionista Vladimir Zelenski -a la sombra de una guerra programada- destruyendo buena parte de la portentosa infraestructura soviética industrial, civil y militar; difaman, tergiversan y ocultan la historia de la Unión Soviética: no sólo están derribando estatuas o sustituyendo el martillo y la hoz por el +águila bicéfala.

Corresponde a las nuevas generaciones de leninistas –sobre todo de la ex Unión Soviética; continuar y coronar la tarea de sus antecesores, salvar el honor de la generación de Héroes del Trabajo y Defensores de la Patria Socialista de Lenin y Stalin.

Tal es la inspiración del presente escrito, en el que falta desarrollar un capítulo titulado: LA DIFAMACIÓN CONTRA EL SOCIALISMO, NO DEBE SER TOLERADA, inspirado en la acertada directiva formulada en 1992 por el líder de la República Popular Democrática de Corea -Kim Jon Il- en el Encuentro de Partidos Comunistas y revolucionarios en Pyong Yang.

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